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La verdad sobre el Che Guevara

No hay que enterrarlo. Destruirlo

Por José Sánchez-Boudy

Al Che Guevara no hay que enterrarlo. hay que hacerlo cizco. Hay que destruir el mito sobre su persona. Y la única forma es exponiendo al mundo, y sobre todo a los jóvenes, que no fue ni un valiente, ni un amigo de los pobres; ni un idealista... Que no fue un santo varón sino todo lo contrario. De sus manos no se puede borrar la sangre que derramó cobardemente. Está impregnada en esos huesos que están buscando para hacerle un panteón de glorificación, estilo de la momia de Lenín, en La Habana.

Porque el Partido Comunista Cubano está girando, lentamente, hacia un tipo de reciclaje en que dirigido por Castro y envuelto en la pretendida santidad del Che Guevara, y tergiversando a Martí, mostrar una cara maquillada, al mundo que le permita, a la Nueva Izquierda Internacional, vencerlo, en forma tal, que pueda recibir los cuantiosos créditos que necesita para mantenerse en el poder.

Pero "aunque se vista de seda la mona, mona se queda". Y para despojarlo del maquillaje y del nuevo ropaje hay que hacerlo tierra, mostrando la verdad, de la figura del Che, convertido en un mito, en "el amigo de los desheredados", por el Comunismo Internacional".

Hay que ver al hombre históricamente. No hizo nada pero hizo todo. El todo que nos tiene cuarenta años en este destierro: comunizó a Cuba. Fue la figura a través de la cual los soviéticos penetraron; destruyendo las instituciones republicanas. Fue como el Padre José, aquella Eminencia Gris de Richeliu, del cual, A. Huxley ha dejado una biografía sensacional.

No hizo nada, pero lo hizo todo: destruirnos la patria. Hacer polvo su economía; instaurar la violencia y la crueldad, mancomunado del brazo del Máximo Líder --el César para un dialoguero-- y de Raúl Castro. En la biografía de Lee Anderson aparece del brazo de los Castro, de la "Robolución Cubana". De la sangre y el crimen.

La figura de este hombre, de este asesino sin entrañas, hay que descarnarla ante el mundo y dejar al desnudo la frialdad de sus crímenes y de sus fracasos; que fueron el todo que destruyó una nación y la sembró de cadáveres y de cientos de cárceles. Que la hizo un gigantesco campo de concentración.

No se puede permitir que los jóvenes de Cuba sigan pensando que "el camino es el Che". "Que el hombre a imitar es el Che". De que fue un ser "que lo dio todo por los humildes", y que por ellos sacrificó su vida. Y con el machacar constante la dictadura tecnológica --como llamó Albert Speer a la nazi-- hoy en día, es lo que cree la juventud cubana.

Hasta los cubanos de alla, los más cristianos; los más apegados a su iglesia, aunque traten de rebatir el comunismo, aunque señalen sus errores, tienen metido en el alma el veneno del marxismo. Yo tengo aquí una publicación de una Diócesis Cubana. De una de las mayores del Catolicismo Cubano. En ella escriben jóvenes que buscan a Cristo; que creen estar completamente en Cristo.

Pues bien, en el fondo de la publicación, en el fondo del alma de estos jóvenes, se ve, como un velo muy sutil, el que "sea Castro el que haga las reformas en Cuba". En una palabra que el comunismo se recicle si fuera necesario.

Aqui está la publicación. Es la de Camagey. Verán que lo que señalo es una realidad como un templo. Es decir, jóvenes que rezan todos los días; jóvenes que buscan dar la libertad a Cuba, no han podido ser inmunes --a lo mejor ni lo saben-- al peligro de la contaminación marxista. A esa contaminación a la que le quieren buscar un "Santo Atea", para poderla mantener en el mañana, en una Cuba Libre. Les quieren santificar al Che Guevara.

¿Y al Che Guevara hay que enterrarlo y no hablar más de él? Ya verán a las multitudes gritando de que el Che también fue cristiano. De que el Che luchó por los desheredados.

Pues bien, esta serie de artículos que de hecho con repugnancia de su figura, sólo tienen un objetivo: desmitologizarlo. Mostrar las entrañas llenas de pus como en el "retrato famoso" de la novela de Oscar Wilde.

Nosotros regresaremos y el comunismo caerá. Está en sus últimas boqueadas. Y nos encontraremos que la labor más grande que hay que hacer en Cuba, es la de eliminar el veneno rojo dejado por el comunismo. Que ha tocado hasta el último segmento de la vida cubana.

Hay que volver a las enseñanzas de Martí, en forma máxima, enseñándole al cubano que Martí fue, de verdad, "el santo de América", como le llamó Rodríguez Embil. Que su Evangelio de piedad y de dignidad humana sí está basado en las enseñanzas del Señor; en lo mejor del Cristianismo; en lo más puro del hombre. Que Martí ni fue comunista, ni socialista. Que todo eso que dicen los marxistas es una "canallada" y una engañifa total y absoluta.

Cuando hayamos limpiado cada alma cubana de la corroña marxista podemos decir que el Che Guevara hay que enterrarlo. Antes no.

Publicado por el Diario Las Americas, Miami, Florida.
Edición del 14 de Julio, 1997

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